Los reyes de la pista y el centro de las miradas

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Los reyes de la pista y el centro de las miradas

Germán Ortiz y Enrique Subero son protagonistas cada noche y se ocupan de que las salas de Ozone vibren al ritmo de la música cada fin de semana.

Kike (izquierda) y Germán (derecha) son los dos ‘dj’ de la discoteca Ozone. (IÑAKI PORTO)

 

PAMPLONA – Son los encargados de que la fiesta no decaiga y de que la discoteca se llene todos los fines de semana. Germán Ortiz, de 33 años, y Enrique Subero (Kike), de 28 años, trabajan como dj en la discoteca Ozone. Los dos compaginan su gran pasión, la de trabajar pinchando música los viernes y fines de semana, con otros empleos.

Kike trabaja como auxiliar de enfermería en un hospital y Germán lo hace como locutor radiofónico y creador de cuñas publicitarias. Ambos comparten cabina en la discoteca Ozone y una pasión que nació desde que eran pequeños.

«Yo empecé a los 14, cuando me iba a casa de un amigo y su hermano mayor nos enseñaba como pinchaba discos y algunas cosas sobre música», recuerda Germán. Poco a poco, esos tonteos con la música se hicieron más frecuentes y desde ahí, pasó a la radio, donde encontró hueco como locutor y aprendió más cosas sobre realización y música, conocimientos que le serían muy útiles para su trabajo como dj. Para Kike lo de la música también surgió como un experimento, «empecé grabando las cosas en casetes y luego me apunté a un taller de radio que teníamos en el colegio. A partir de ahí me fue gustando más y más. Lo de pinchar discos pasó de ser un hobby a algo más serio», asegura Kike.

Desde entonces algunas cosas han cambiado, han pasado del maletín lleno de discos de vinilo al USB, en el que cabe todo tipo de músicas y que «no pesa tanto y es más organizado», reconoce Germán entre risas.

Desde los vinilos, hasta las carpetas de sus pendrives, con el tiempo se han hecho con sus propios estilos. «A mí me gusta la música cañera, la electrónica y el EDM (Electronic Dance Music o música dance). Pero también pincho música más comercial, reggaeton o pachangueo», explica Germán. Kike prefiere «la música un poco menos movida, sobre todo el house«.

Aunque tienen gustos distintos, dentro de la cabina no hay piques porque los dos tienen muy claro su principal propósito. «Lo importante es que la gente se lo pase bien. Cuando estás pinchando disfrutas por partida doble, con la música que estás pinchando y viendo cómo la gente baila», afirma Germán.

Para realizar un buen trabajo es necesario estar al día, ir a conciertos y conocer las nuevas canciones y mezclas antes de que la gente las cante. Aunque la crisis ha afectado al número de personas que se acerca a las discotecas los fines de semana, los pamploneses siguen saliendo de marcha, sobre todo los sábados, cuando las salas de Ozone se llenan de gente.

Es entonces, cuando entre las luces de colores, el ruido de los hielos cayendo en los vasos y la gente bailando, Kike y Germán se convierten en el centro de la sala. Para que todo vaya bien, es necesario que «te encante lo que haces y ser capaz de ofrecer lo mejor para que la gente no se vaya», asevera Kike.

No es fácil trabajar de noche y menos aún, cuando todo el mundo está de fiesta; hace falta sobre todo paciencia porque ya se sabe eso de que de noche todos los gatos son pardos.

«Hay gente que se mete en la cabina con toda confianza -relata Germán- y muchas veces pienso que es Kike, y cuando me doy la vuelta me encuentro a un maromo con su cubata intentando tocar la mesa y preguntándome si puede ponerse a pinchar». Kike y Germán tampoco tardaron en señalar cuál era la segunda historia más repetida. Podría titularse así, «la de las peticiones», gente que se acerca a la cabina de los dj para pedir una canción, pero que muchas veces «no se acuerda del título, te lo dice cambiado o te tararea la canción para ver si la adivinas», cuenta Kike divertido. Para estos casos ya han desarrollado un sexto sentido, «acabas adivinando la canción, aunque no hayan dado ni una nota», asegura el dj. Aún así, ninguno de los dos duda un segundo en afirmar que el trabajo merece la pena. «Es algo muy visceral, cuando pongo una canción y la gente se pone a corearla, a mí se me pone la carne de gallina. También a veces la gente te aplaude, cuando acabas una sesión entonces te sientes completamente satisfecho, te puedes ir a dormir tranquilo», sostiene Kike.

 

Fuente: Diario de Noticias

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